
De origen vasco-alemán, Ekaitz comenzó a desarrollar este proyecto al trasladarse a Berlin hace tres años. Hinterhof, que significa patio trasero en alemán, es un “work in progress” formado por instalación, fotografía y vídeo, y que vincula conceptos de espacio, tiempo y percepción.
Paul Ekaitz (Barcelona, 1977) presenta su nuevo proyecto Hinterhof en NoguerasBlanchard. De origen vasco-alemán, Ekaitz comenzó a desarrollar este proyecto al trasladarse a Berlin hace tres años. Hinterhof, que significa patio trasero en alemán, es un “work in progress” formado por instalación, fotografía y vídeo, y que vincula conceptos de espacio, tiempo y percepción.
Una maqueta de madera situada directamente sobre el suelo de la galería es el soporte central de Hinterhof. La estructura está compuesta por 21 módulos agrupados en cinco plantas y reproduce, en una construcción arquitectónica imposible, los interiores de casas de amigos y conocidos del artista en Berlin. Ekaitz dibuja los planos desde la memoria y personaliza los interiores con intensos colores. Hinterhof surge de un proceso diario de observación, interacción, construcción y unión, casi como una necesidad de encontrar una respuesta ante la nueva entidad urbana de Berlin. El caos que se visualiza en la estructura refleja por ejemplo los códigos locales impuestos por una cultura nueva, los cuales no se leen de una manera inmediata o instintiva, sino a través de una serie de filtros.
Las fotografías que Ekaitz incorpora a la muestra nos invitan a entrar en estos espacios íntimos, ahora vacíos y deshabitados, que sugieren algo que ha dejado de estar o un recuerdo de eventos pasados. Un recorrido por laberínticos pasillos y habitaciones, iluminados por una tenue luz natural, donde la ausencia de los sucedido entre las paredes se revela más explícitamente que los propios espacios.
El “wallpaper” que cubre la pared del fondo de la galería muestra un espacio interior con una espectacular imagen panorámica de montañas empapelada sobre una de las paredes. Möseler, el nombre que da título a la pieza, es el apellido del padre del artista y el nombre de una montaña en Alemania. El artista está apoyado en un bastón y mira hacia el horizonte en un gesto que recuerda a las pinturas románticas de Caspar David Friedrich o al realista Gustave Courbet.
En Hinterhof, Paul Ekaitz explora los fundamentos de nuestra relación con el entorno. A través de una dialéctica interior/exterior, escenifica un discurso metafórico de la experiencia vital o una estructura social o una circunstancia cualquiera.