Estar a la lluna

Mercedes Azpilicueta, Juliana Cerqueira Leite, Leandro Erlich, Perejaume, Mari Eastman, Joana Escoval, Alicia Kopf, Pere Llobera, Jordi Mitjà, Luna Paiva, Joan Ponç, Pablo del Pozo, José María Sicilia, Antoni Tàpies, Aldo Urbano, Juan Uslé

Fonteta
ago. 7 - sept. 26, 2021
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Presentamos el segundo capítulo del proyecto conjunto de Bombon, Joan Prats y NoguerasBlanchard, que tiene lugar de junio a septiembre en Fonteta, un pequeño pueblo del Empordà.

La exposición, concebida en dos capítulos, reúne artistas de las tres galerías y de diferentes generaciones, en una propuesta que parte del concepto ampurdanés Parar la fresca (Tomar el fresco), descrito por Josep Pla en el libro Las Horas, 1953.

Cuando sale la luna,

se pierden las campanas

y aparecen las sendas

impenetrables.

Federico García Lorca

Quizás porque durante tantos siglos ha sido inalcanzable, ha despertado los sueños más fantásticos, los más pasionales y recónditos. Su encanto siempre estará de parte de la noche, de lo oculto y la intuición, de la clandestinidad y el exceso. La luna, que dilata y empequeñece los ojos de los gatos, que hace subir y bajar mareas, que infla y desinfla las ranas, nos sigue fascinando con el mismo fervor de los primeros tiempos, aunque ya la hemos pisado tímidamente y algunos emprendedores iluminados planean construir hoteles con vistas galácticas. Pero no nos engañemos: las ansias colonizadoras de Jeff Bezos y la compañía no conseguirán acercar o hacer más comprensible el misterio de la Liebre Blanca o la Mujer Araña.

Eternamente distante, la luna ha sido adorada por brujas y vampiros, por poetas y adivinos. Por más que la ciencia intente conquistarla, su luz mercurial nos proyecta al mismo tiempo hacia remotos y futuros inescrutables, y nos invita a reflexionar sobre las sombras y los mitos de la condición humana. A lo largo de la historia la hemos vinculado a la fertilidad y al inconsciente, a la muerte y la resurrección, a la repetición de los ciclos de la vida. Las primeras anotaciones inscritas sobre artefactos y utensilios, en la era del Paleolítico, consisten en registros lunares. De hecho, es muy probable que antes de la aparición de la agricultura las sociedades se organizasen de acuerdo con un ciclo temporal lunar, tal y como han demostrado las investigaciones de Alexander Marshack en The Roots of Civilization.

A diferencia del sol, el astro omnipotente y constante, la luna pasa por fases, crece y decrece, mengua, se encorva, se transforma. Por esta razón hemos tendido a representar lo inmutable con el sol (Dios) y aquello cambiante y material con la luna (recordamos el reino sublunar y mortal de Platón, el territorio de la duda y las sombras). Inevitablemente, durante milenios, la especie humana ha encontrado su correlato en el drama de la luna: nacer, crecer, reproducirse (la barriga de la luna llena), morir. Si la sintaxis solar divide y jerarquiza – W.B. Yeats acusaba al sol de ofrecer verdades «complejas y artificiosas»– la sintaxis lunar mezcla y confunde las formas, es evasiva, emocional, fluida. Simbólicamente, la luna evoca el mundo imaginativo, contingente y ambiguo de la existencia, en contraste con los absolutos solares del mundo ideal del ser. Imposible mirar el sol de cara, imposible dialogar con su presencia deslumbrante. La luna, en cambio, enciende los caminos desde el margen del cielo y, en palabras de Lorca, nos muestra sin vergüenza sus «cien caras idénticas». La ilusión, el delirio, la quimera, la locura, el caos, la dispersión («estar en la luna»): los atributos de la reina de la noche sugieren la transgresión de las normas diurnas.

Lilas y azules eléctricos, amarillos llamativos y rojos rabiosos, verdes fluorescentes que brotan de la oscura como un grito que se clava en la conciencia. Los colores de la noche afilan los nervios y el ojo, nos vuelven desconfiados, sentimos el latido intermitente del peligro.

Un temblor nos recorre la espalda: ¿es real, eso que hemos visto? ¿Podemos creer en las imágenes y las palabras que aparecen bajo la luz fría de Selene? Quizás, en el fondo, estar en la luna es una de las formas más fecundas y perplejas de estar en la Tierra, de no dar nada por seguro, de continuar sospechando y levantando la mirada hacia los secretos insondables del universo.

Gabriel Ventura

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Instalación

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Obras

Leandro Erlich
Silver boat

2019

Acero

140.5 x 52.5 x 18.5 cm

Perejaume
Mar signat

1988

C-print

127 x 133 cm

Richard Wentworth
An abrupt history of distribution

2019

Archivador metálico, bombona de helio, cable galvanizado

130 x 50 x 40 cm

Juliana Cerqueira Leite
Lift

2021

Grafito y lápiz de color Luminance sobre papel

76 x 56 cm

Pere Llobera
Doble excalibur

2019

Óleo sobre tela

97 x 130 cm

Aldo Urbano
Lentos mantos, esquemas gloriosos, pequeñas navajas

2017

Óleo sobre tela

195 x 145 cm

Pablo del Pozo
¿Qué significa la traslación de un cuerpo?

2019

Cerámica cocida en horno de leña + sonido + olor

35 x 35 cm

Juan Uslé
Strindberg in Lorxa

2019

Acrílico, vinilo, pigmentos y dispersión sobre lienzo

46 x 31 cm

Alicia Kopf
New Star Created from Black Hole Repelled Matter

2019

Tinta sobre papel

85 x 70 cm

Alicia Kopf
Theory of the Interior Regions of the Maximally Extended Spacetime

2019

Tinta sobre papel

85 x 70 cm

Joana Escoval
Rain

2017

Plata

85 x 70 cm

Julião Sarmento
O Fim do Mundo (3)

2017

Esmalte a base de agua e impresión serigráfica sobre papel y cinta adhesiva

101 x 144 cm

José María Sicilia
Light on light

2019

Seda sobre seda y madera

200 x 100 cm

Mari Eastman
Moonlit landscape with Cabin, Kentucky

2020

Óleo sobre tabla

30.48 x 22.86 cm

Antoni Tàpies
Quatre llunes

1994

Técnica mixta sobre cartón ondulado montado sobre lienzo

106.5 x 138 cm

Juliana Cerqueira Leite
CYPM

2020

Óleo sobre tela

175 x 135 x 8 cm

Perejaume
Nùvols

2001

Impresión

81.5 x 72.5 x 4 cm

Mercedes Azpilicueta
À mon seul dèsir

2019

Lino natural, seda natural bicolor, hilo

250 x 140 x 4 cm

Juliana Cerqueira Leite
CYCBFT

2020

Óleo sobre tela

175 x 135 x 8 cm

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